Cuentos de una exstencia.



1. Hoy


Mirando distraída al infinito, al cristal ahumado del vagón de metro, mis ojos parecen dos caminos hacia mi esencia. El mundo se tambalea cuando el vagón, atestado de gente, sumida en sus propios pensamientos, se detiene. Los diminutos auriculares susurran infinidad de canciones, se entremezclan como si me encontrara en una colmena de abejas, ocupadas con sus quehaceres, algunas enfurecidas, otras serias, pensativas, mirando al infinito del cristal ahumado, navegando en su propia esencia. Se produce un intercambio en el tren, un gran número de personas salen apresuradas y otras entran, empujando a las primeras.

Mis ojos me devuelven lo que fui, lo que nunca he sido y lo que amé. Lo que no comprendí y lo que nunca asimilé. Las vidas que nunca daría a luz y los personajes a los que nunca daría voz ni palabra. La pluma de mi bolsillo estaba desgastada, obstruida por la tinta, pero la limpiaría pronto, al llegar a casa. Había sido un día duro, perdida entre palabras, gramática, esculturas hechas de sonido. Verbos y sustantivos. Tenía ganas de salir de aquel tren, de dejar de mirar al vacío entre parada y parada. En realidad esperaba que fuera un día animado, me gustaba leer en el metro, en el transporte en general. Giro la cabeza cuidadosamente, echo una ojeada a libro de mi compañera de vagón y de asiento. "La historia interminable". Me pierdo en mis recuerdos de un cuento lejano, en un mundo de fantasía, perdido en algún lugar de mi mente. Sueño.

Una voz de terciopelo me anuncia mi llegada a la estación deseada. Justo ahora que uno labios cálidos me besaban el cuello. Justo cuando me perdía entre su cabello. Despierto. Pulso la manivela y las puertas se abren, de forma suave y mecánica. Me empujan hacia adentro del vagón, pero mis reflejos están en auge tras el torrente de gramática de la tarde. A pesar de la ensoñación. Cancelo mi billete, subo por el lado derecho hacia la calle, las escaleras están mojadas a mitad de camino. El viento me empuja hacia abajo, hacia el metro, de nuevo. Como las personas impacientes del vagón. La lluvia cae bruscamente en diagonal, de forma violenta, cada gota me golpea, densa. "Debe de estar nevando por allí arriba" me digo pensando en lugares montañosos y más altos que Valencia, "¡vaya, y yo que me había puesto hoy música de días de sol!". Cambio la carpeta y busco algo acorde con el tiempo, Oasis, James Blunt...

De camino a casa sueño con los lugares que amé y en los que no estuve, las playas soleadas de Brasil o de Ibiza. Recuerdo mis días en Oviedo, vetusta, húmeda y verde. Camino distraída forzando mi paso cuando el viento me empuja. Llego a casa hecha una sopa, las gotas se deslizan por mis cabellos y mi bufanda chorrea mil mares. Tiro la mochila al suelo, enciendo el ordenador. Me seco las manos, lo único que necesito para seguir soñando hasta la hora de dormir de verdad y sumirme en un estado insomne y vacío de ilusiones. las palabras brotan de nuevo de mis dedos a la pantalla del ordenador. Todo tiene sentido, la vida es maravillosa.

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