Laundry service

Esta entrada es una ejercicio que tenía ganas de probar. Quería jugar con los dos personajes de la novela en otro ambiente. Creo que ha quedado bien :)

Espero que te guste, siempre es para ti.



La máquina expendedora escupió un sobrecito plateado de detergente. El contenido ayudaría a que su ropa entrara en la máquina sucia y saliera limpia. "Maravillas de la era moderna" se dijo mientras introducía la ropa en el agujero de la maquina "la magia de la lavadora". Unas monedas en la rendija marcarían el pistoletazo de salida de la limpieza de su colada. Se recogió el pelo rizado en una cola alta y sacó sus libros de semántica. En una semana tendría que garabatear páginas y páginas con cierta coherencia que respondieran a las preguntas de su profesora. Llevaba años haciendo las mismas preguntas y aunque sus compañeros de facultad decían que la buena señora solo preguntaba el tema uno, el dos y el tres, Lucy insistía en que por precaución había que mirarse hasta el cinco. Solo por no tentar a la suerte y darle al destino un motivo para golpear sus calificaciones.

Un músico callejero con voz metálica y una guitarra comenzó a cantar en la salida del metro. Mile End y sus transeúntes eran hervidero de gente llegando a casa del trabajo. O yendo a cumplir con su turno de noche. Quizás también saliendo a beberse la noche de Londres. El puente del Ferodo era como una señal luminosa en el horizonte que marcaba la entrada a la calle de Lucy. No era el mejor barrio en el que vivir. Eso decían sus padres. Pero ella se había empeñado en dejar Kent y mudarse a la mole londinense. No era posible con una beca de estudios y un trabajo a tiempo partido vivir en un loft moderno de Kensington. Y menos si además tenías que hacer la colada un jueves porque al día siguiente te tocaba trabajar.

Lucy trató de atinar y entender la letra del músico. No era una canción que conocía y lo cierto es que aunque no tocaba mal, aporreaba un poco las cuerdas de la guitarra. Decía algo de que una chica que vio en un lugar atestado de gente era muy bonita. Lucy pensó, mientras navegaba por la última parte del tema dos con un subrayador, que debía ser triste enamorarse de alguien en el metro, por ejemplo. No estaba prestado atención al músico, pero si estaba entendiendo la letra, el tipo se había enamorado de una chica que veía en el metro. Su menté voló y pensó en el cantante poniéndose a cantar cada tarde, de jueves, por ejemplo, a dar su concierto. Se lo imaginó mirando pasar a la misma chica cada día. La vio en su mente. Ella caminaba a cámara lenta y él solo rasgaba su guitarra y cerraba los ojos mientras dejaba que las notas desgarradas de su voz le atravesaran el alma a la chica. Ella no sabía que se estaba convirtiendo en la dueña de las letras que comenzaba a componerle cuando llegaba a casa. Y así, se dijo Lucy, el cantante estaba en aquel preciso instante, en aquel momento en la boca de metro de Mile End cantándole a la chica que caminaba a cámara lenta.

La lavadora pitó y Lucy le dio las gracias a la sala por estar vacía. Atesoraba aquellos momentos consigo misma y sus apuntes y libros. Fue a ver qué diablos quería la maquina y por qué estaba interrumpiendo el hilo incoherente de pensamientos pero que sin duda la llevarían algún día a algún lugar. La lavadora decía que quería suavizante y que era el momento de dárselo. Lucy obedeció y pensó "¡Qué cabeza la mía... mira que olvidarme del suavizante!" pulsó el botón de la pausa y le habló a la lavadora para que la esperara.

Insertó una libra en la maquina expendedora y esperó, enroscándose un rizo en el dedo y mirando al músico mientras cantaba. Echó la mano por la rendija para encontrarse con el sobre de suavizante, pero nada. Y decimos que echó la mano, porque Lucy era capaz de hacer cuatro cosas a la vez mientras pensaba en su examen, escuchaba al músico y se daba cuenta de que una figura se aproximaba desde fuera de la lavandería a ella. Pero no prestó atención a que la maquina no le dio el necesario sobre de acondicionador, sino que le devolvió su dinero y un mensaje de "no disponible" en la pantalla enana. Movió la mano un poco más para darse cuenta de que tenía que mirar lo que estaba haciendo, si quería tener éxito con la simple tarea de la colada.

Un extraño entró y cerró la puerta tras de sí. Llevaba dos bolsas de deporte llenas de ropa y comenzó a introducirla en la lavadora grande. Sacó una bolsa de plástico con dos botellas de un litro de algo que parecía detergente y las echó en las maquinas. Se quitó el abrigo negro para describir a un tipo bastante alto y atractivo. Lucy se dio por vencida y guardó en su cartera su moneda, resignándose a que la próxima vez haría como el recién llegado y traería su propio detergente y suavizante de casa. Si es que lo recordaba.

El desconocido colgó su abrigo y se paseó por allí, decidiendo dónde sentarte. Sacó del bolsillo de su chaleco azul claro un Ipad y unos cascos que bien podrían haber salido de un estudio de grabación profesional. Deslizó sus dedos unos instantes por la pantalla y silenció al cantante de la calle para llenarse de música.

Lucy de repente olvidó que tenía que seguir lavando su ropa, si quería vestirse la siguiente semana. Se le cruzo por la mente el plan de presentarse a examen desnuda y se planteó si sería un aprobado seguro o un catastrófico suspenso. Se echó la moneda al bolsillo del vaquero y se fue a sentarse de nuevo, frente a sus libros y la lavadora que llevaba su ropa dentro.


Suspiró y siguió subrayando hasta que el desconocido, la miro desde el fondo de sus ojos de acero y la interrumpió:

—Un penique por tus pensamientos.—
—¿Cómo?—
—Digo que ... si es oportuno, me preguntaba en qué estarías pensando. Perdona, no debería hablarle a gente que no conozco. Debes ser una persona muy interesante si estás esperando que la lavadora termine con tu colada sin pulsar el botón de continuar.
—¡Ay! ¿Lo he olvidado?—Se levantó como su hubiera un muelle en si silla y fue a ver que en efecto, su mente de ardilla saltando de rama en rama, había olvidado que la colada debía continuar.—Me quedé sin suavizante.
—Yo tengo un poco. Si quieres. No es mucho—dijo el desconocido. Debía tener unos veintisiete o veintiocho años.
—¡oh, eso sería genial...puedo pagarte!—Lucy se puso nerviosa y comenzó a buscar unas monedas del bolsillo de su vaquero.

El chico hizo un gesto con la mano de que no importaba y se acercó a ella. Abrió la tapa y le echó un líquido que olía a miel y flores. Cerró la tapa y presionó el botón de continuar con el lavado. Sonrió y se sentó, con los cascos puestos y una expresión de tranquilidad.

—Muchas gracias—consiguió articular Lucy cuando se sentó a su lado.—Me llamo Lucy. Lucy Stonefield. Vivo aquí al lado, en Mile End.

—Yo soy James, encantado—estrechó su mano y en ese momento se quedó paralizado, como si sus manos reconocieran las de la chica—No vivo aquí, pero estoy en el programa de profesores de Música y he tenido que venir al Este de la ciudad para pasar unos días. Bueno, es una larga historia.

—Oh, tengo tiempo. La mi ropa necesita otra media hora de lavado y al menos veinte minutos más de secadora. A no ser que tu suavizante sea mágico y cree puertas espacio-temporales.

James se rió. Lucy cruzó las piernas y cerró el libro, olvidando todo lo que tenía que hacer. Pensó que la noche era larga y ella no solía dormir mucho. James le explicó que estaba en un programa didáctico muy interesante en los conservatorios de la zona, implementando nuevas tecnologías a las clases. Por eso estaba con su ipad, jugando un con un programa.  La chica siguió jugando sin darse cuenta con su tirabuzón de la base del cuello. Se dio cuenta de que el tal James era, además de músico, profesor de universidad. Al poco tiempo le confesó que además había sido el pianista más joven de la filarmónica del los últimos años. James se sonrojaba hablando de sí mismo y Lucy trató de sacar tema de conversación. Hablaron de los grupos que les gustaban y casi como si Lucy lo hubiera pronosticado, se dieron cuenta de que la lavadora ya hacía tiempo que había terminado. Las dos. 

—¿Ves como tu suavizante es mágico, James? No nos hemos dado de que ha pasado el tiempo. —y llevaron juntos la ropa a dos secadoras.

Echaron sus monedas y dejaron su ropa volando dentro de las máquinas. Lucy miró, cuando ésta terminó, que quería darle otros veinte minutos a su ropa. James de dio cuenta de que su ropa estaba más que seca, pero igual añadió otra moneda para que pudieran tener otros 20 minutos juntos.

Recogieron su ropa y Lucy le contó de su amor por las letras. Le dijo que le encantaba su carrera de estudios lingüísticos, pero que tenía algunas asignaturas que se le atragantaban. El tiempo de doblado de la ropa también se extendió y cuando se dieron cuenta, no solo el cantante se había marchado, sino que un grupo de baile deleitaba a los paseantes. 

Ambos se pusieron las chaquetas. Mochilas y bolsas al hombro. Ropa seca y con delicioso aroma a limpio. Risas en el corazón y el calor en el alma de que no querían que aquella tarde de lavandería terminara nunca. Y como dos tontos plantados frente a la puerta, James se ofreció para darle clases de canto, o cualquier cosa que tuviera que ver con la música. Lucy no tenía intención de emprender una nueva carrera como cantante, pero ...cualquier cosa por conseguir el teléfono de James. Él se sintió un poco avergonzado por pensar en la forma de volver a verla. Se paró a pensar que era muy joven para ella y tenía novio. Estaba en aquella edad.

Pero el metro se tragó a James y la calle se llevó a Lucy y ambos llevaban una sonrisa pintada en los labios. El papel del bolsillo con los teléfonos apuntados latía. Latía como sus almas cruzándose.



Comentarios

  1. Quiero saber más de James y Lucy 😻

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues son los protagonistas de una novela que algún día saldrá, esta en la que llevamos años trabajando.. esperamos que la puedas leer. Gracias por leerme, guapa!

      Eliminar

Publicar un comentario

Siéntate y háblame. Si quieres puedo prepararte un café o un té. Nos podemos perder en sus líneas.

Entradas populares de este blog

Perlas, hojas de té, páginas en blanco...

Feliz partida y feliz reencuentro

Los Folios en Negro