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Compañera

Hemos bailado con el miedo, hemos roto los vasos y aunque compramos, siempre terminamos con tazas de té que le ponen ese al final al día. Tenemos una vajilla de cinco platos y un montón de copas de cristal del nítido que nos deja ver a través del líquido. Y te diría que he aprendido a hacer decopague con los vasos, que me lo enseñó la sacerdotisa que le cantaba a Atena. Pero se acerca mi cumpleaños y esto me pone melancólica y feliz al mismo tiempo. Este año habrá fiesta, aunque lo único que quiero es estar contigo y con Alex. Cada año me sobra más la gente, el ruido y el barullo, solo deseo que las únicas luces de la tarta sean tus ojos al mirarme. Celebremos la vida y la muerte y sentémonos a ver como arden las Troyas ajenas y como nos reconstruimos entre el humo del incienso y copas de Gintonic. Quedémos con el pasado y sentémonos a cenar con los adyacentes. Respira en el hoja en blanco y pongamos la coma para tomar una pausa de tantos lazos especiales que se enmudencen porque sé qu

Los Folios en Negro

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  ¿Qué se hace cuando el folio en blanco no te funciona? He tratado de sentarme a escribir un millón de veces desde hace un par de años. Me he deshecho en el papel y mirando su blancura, me he frustrado, me he enfadado, he llorado y he sentido indiferencia. Soy yo quien está en blanco. Los amigos, conocidos y familiares han pasando en un carrusel de halagos. Eres escritora. Dicen. Tú escribes como los ángeles. Decían. Y mira que tú no estás hecha para estar encerrada en un trabajo común. Saca tus alas y vuela. Y estrellarse contra el suelo es lo más bonito que te puede pasar. Contra más alto vueles, más dolorosa será la caída. Cuando ves que tus sueños se descuartizan, uno a uno, con los dientes de la realidad. Y de nuevo “Documento sin título” te saluda con sonrisa sarcástica. Te sientas en el portal, en el banco de “pelar la pava” a ver como tu corazón se ha deshecho varias veces. O se ha roto. Primero escribes un Réquiem por tu corazón. Luego una despedida y una canción y más tarde

Un poco más niña

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Es mi cumpleaños. Hay gente a quien no le gusta cumplir años, pero yo siempre me he sentido, como dicen los ingleses, excited de cumplir años. Por 24 horas soy la reina de mi propio mundo y recuerdo que además, aunque mi yo bebé no tenía las cosas tan claras, siempre hubo un pedacito de mí que se atrevió a seguir latiendo. Año tras año me regalo a mi misma un momento de escribir. Este año, además, le he pedido a mi escritora preferida, mi mujer, que se siente al teclado a escribir lo que ella quiera. No importa la temática, solo quiero escucharla teclear. Pues este ha sido el año en el que me he atrevido a poner límites a los demás. Ha sido muy egoísta pero necesario. Un poco drástico. Ha sido el año de ponerme por encima de cualquier cosa que no me ayudaba a estar bien y mi primer año como trabajadora independiente. Hemos construido un sueño en el que apenas me atreví a pensar, hará más de un año. Mi yo de hace un año y medio no hubiera sido capaz de dejar un trabajo en el que ser com

Bailado bajo la tormenta

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¿Alguna vez has bailado bajo la tormenta? Habían quedado a las cinco de la tarde, a punta de cielo despejado. El instituto abría sus puertas y les prestaba el espacio para practicar. Les facilitaba también las gradas, sobre las que los compañeros y amigos se sentaban a mirar los ensayos. El festival de fin de curso lo organizaban los profesores, pero era responsabilidad de los alumnos escoger el contenido, la música y los bailes. La profesora de inglés les dio el control de la cadena de música y comenzaron a desfilar todos los grupos. El de la clase de primero, la de segundo, la de tercero, la de cuarto. Las canciones de moda abrieron sus ondas sonoras por todo el patio del instituto. Las gradas vibraron y cantaron. Las chicas, de cinco o seis en seis, presentaron su coreografía. Repetían los pasos, cortaban y de nuevo se daban otras oportunidades. Un paso más y ya casi quedaba perfecta y lista para sentencia, para bailarla hasta el día del juicio final o final de curso, más bien. Las

Yo tenía frío

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Te llamé para preguntar si hacía frío en Madrid. Hace doce años no teníamos tantas redes sociales. Para mí las cosas eran más sencillas. Una llamada y una pregunta. Quizás saber cómo era tu voz. Tocar con las manos una voz amiga, sentirte más cerca. Fue una de esas llamadas sin respuesta, una de las importantes. La maleta se llenó de forma improvisada. Hubiera sido fácil mirar en internet una página del tiempo. No se me pasó por la cabeza. Mi mente aún era un poco analógica así que metí mi primer teléfono táctil que no sabía aún usar muy bien en el bolso y llené la mochila de un regalo que había estado preparando toda la semana. Le escribí una dedicatoria. Esperaba que lo leyeras en tu propia intimidad, de hecho me muero de vergüenza todavía cuando lo pienso. Otra vez se ha llenado la casa de gente. De nuevo abrimos la puerta y su altar se rodea de personas que se sienten atraídas. A esto se referían cuando hablaban de salto espiritual. Es como lanzarse al vacío sin saber qué cara verí

Lo que Mercurio Retrógrado nos dejó

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Llevo como 20 años de tarotista. Sí. Como las astrólogas de la tele, pero sin ser famosa. Hace un año decidí hacerlo de forma profesional y me dije a mí misma "voy a buscar una trabajo alternativo que me saque de esta triste realidad y de mi vida de oficina". Por aquel entonces ya había probado las mieles del moving o bullying laboral. Todo suena mejor cuando está en inglés. Pero volviendo a mi faceta emprendedora, decidí decirle adiós a mi trabajo de oficina y centrarme profesionalmente en el tarot. Antes de eso estuve reciclando mis conocimientos, ofreciendo servicio gratuito y adaptándome a mi nueva etapa. En otro orden de cosas, tengo que decir que las inquietudes que se escuchan en un atención al cliente de cualquier lugar y empresa pueden resolverse con la misma empatía y cariño en cualquier área. Mis años de experiencia escuchando gente me ayudaron a ver el prisma de muchos lados y todos los colores del arco iris. Otro día contaré lo divertido que es abrir una cuenta n

Perfecta

El sonido de tu teclado sigue haciendo que sienta que toco el cielo con los dedos. A día de hoy tengo claro con quien quiero poner de nuevo un pie en la Universidad. Estoy a una canción de ti, a menos de mil palabras mientras me sostienes y me secas las lágrimas. Hoy hacemos apología al portazo y a las señales.  Hoy me cuelgo de tus ojos y de tu cuello y me lleno de fuerza para enfrentarme a mis muchos fantasmas y alguna que otra aparición. Me pasé un rato bien largo deshaciéndome en la cama y mirando la curva de tu espalda. Casi a diario me lleno de tu olor y comienzo el día. Aunque cada día me pongo en frente del semáforo en rojo y decido no saltármelo, no hay nada que cambiaría de ti. A ratos me siento en mi cuatro por cuatro, sólido y estable. Miro el semáforo y pienso en lo bien que le iría a mi corazón saltárselo, La adrenalina es lo que tiene. Da satisfacción momentánea. Pero hoy hemos parado delante del semáforo y hemos decidido que si me lo salto o no me lo salto ya es cosa mí