Perlas, hojas de té, páginas en blanco...




Me siento frente al ordenador portátil. Acabo de llegar hace unos minutos a casa, cansada, ya de noche. No hace frio, especialmente. Conecto el Messenger y me mantengo en “no conectada”. Recibo mensajes insistentes que prefiero ignorar. Me cambio a “no disponible” y ahí se queda la dichosa ventanita, flotando en mi pantalla, ignorada. Me pongo a traducir unos quince minutos un hermoso texto lírico de Carol Ann Duffy. La adoro en cada verso, en cada palabra…”Sobre mi propia piel, sus perlas. Mi señora me hace llevarlas, calentarlas, hasta la noche cuando cepille su pelo. A las seis las pondré sobre su fresca blanca garganta. Todo el día pienso en ella…”. Sueño unos instantes, Veo unas cándidas perlas sobre un cuello de piel tostada y unos labios impregnados de carmín que besan las perlas y las llenan de color. Una impresión de cada huella y surco de aquellos besos sobre la piel tostada.

Miro para otro lugar, sobre mi estantería hay una pluma que reposa sobre su peana de piedra, duerme apaciblemente. Mis manos están frías por culpa del teclado. Me preparo un té solo para sostenerlo entre mis manos y calentarlas, como si fueran las perlas sobre un hermoso cuello del poema de Carol Ann Duffy. Me pierdo mientras contemplo las hojas de un carísimo pero delicioso kukicha japonés, abriéndose lentamente, danzando entre ellas sobre el salón del agua caliente de mi taza. Adoro encontrar sensualidad en cada rincón del universo y mi alma se llena con la delicadeza de las caricias del té japonés. Repentinamente se deslizan las unas entre las otras sobre el salón de vapor y agua hiviente y me entregan su sutil aroma. Y las tapo con la cerámica de mi taza especial para té, para que no se enfríen y puedan seguir acariciándose unas a otras íntimamente.

Miro mi correo electrónico y saludo a ciertas ventanas emergentes de Messenger. La verdad es que no tengo nada que hacer con internet ya, he acabado de ver las series y películas que me apetecía hace días y las personas con las que me apetece hablar prefiero tenerlas a algunas al lado, codo con codo, a otras en frente, con un café entre medio y a algunas otras sentadas sobre la hierba fresca del río, conmigo. La traducción se queda esperando una segunda revisión y… solo me queda una hoja en blanco de Word. Es lo único que me reconforta a estas alturas de la tarde-noche, llenar con el sonido del teclado y mis manos, ahora tibias, una página en blanco. Porque a veces hasta el silencio llena el silencio, y el sonido llena un papel, como el lápiz que sujeta mi pelo, en lugar de estar escribiendo.

Y supongo que Carol Ann Duffy estará en alguna parte de Manchester, ajena a todo aquello que han desatado sus perlas en mí, y pienso que quizás alguien acaricie mi cuello de la misma forma en que ella lo hace con sus versos. Decido entremezclar mis palabras con las suyas y os entono su poesía desde este desierto, cuando revise la traducción de nuevo la pondré aquí. Buenas noches y disfrutad de la vida tanto como lo hago yo.


WARMING HER PEARLS

for Judith Radstone


Next to my own skin, her pearls. My mistress
bids me wear them, warm them, until evening
when I’ll brush her hair. At six, I place them
round her cool, white throat. All day I think of her,

resting in the Yellow Room, contemplating silk
or taffeta, which gown tonight? She fans herself
whilst I work willingly, my slow heat entering
each pearl. Slack on my neck, her rope.

She’s beautiful. I dream about her
in my attic bed; picture her dancing
with tall men, puzzled by my faint, persistent scent
beneath her French perfume, her milky stones.

I dust her shoulders with a rabbit’s foot,
watch the soft blush seep through her skin
like an indolent sigh. In her looking-glass
my red lips part as though I want to speak.

Full moon. Her carriage brings her home. I see
her every movement in my head… Undressing,
taking off her jewels, her slim hand reaching
for the case, slipping naked into bed, the way

she always does… And I lie here awake,
knowing the pearls are cooling even now
in the room where my mistress sleeps. All night
I feel their absence and I burn.


Carol Ann Duffy(Selling Manhattan 1987)

Comentarios

  1. Bien, ya me puse al día con las entradas de este blog, y he de decir que ésta ha sido la que más me ha gustado.
    No comento, por norma, ningún texto literario, así que no hablaré de estas historias que has ido dejando por aquí, pero he de decir que me han gustado mucho ^_^
    En cuanto a este texto concreto, me ha gustado la sencillez con la que describes la pulsión por crear. Leyéndolo, dan ganas de ponerse a leer algo bueno y luego intentar escribir algo mejor.
    Y como el sitio me ha encantado, espero que no te importe que me una a tus seguidores y te recomiende desde mi propio blog. Nos leemos ^_^

    ResponderEliminar
  2. Gracias por tu comantario y por unirte a mis seguidores ^^. La verdad es que éste texto lo escribí atropelladamente, así que leo fallos y cosas que desearía cambiar. No obstante es el preferido de mucha gente, supongo que porque una gran escritora (Craol-Ann, no yo, jejeje) está presente. Gracias denuevo y nos leemos.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Siéntate y háblame. Si quieres puedo prepararte un café o un té. Nos podemos perder en sus líneas.

Entradas populares de este blog

Feliz partida y feliz reencuentro

Los Folios en Negro