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Mostrando entradas de mayo, 2020

La danza del fuego

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"Un día más en el que no me matan" pensó Abigail, sentada en la mesa de madera frente al fuego. Su prima le había dejado un plato de comida y sus manos se había rozado. Se acercó el pan y los cubiertos, mientras la trenza de aquella desalmada se perdía contoneándose dentro de la caravana. Abigail intentó no pensar más ello y como buena esposa, con un gesto de mano deshizo el pensamiento de los ojos verde aceituna que se clavaban en su alma. Su marido era un buen hombre. Tenían un niño de menos de tres años y otro que venía en camino. Si la luna le permitía y su vientre seguía creiendo, pronto le daría otro hijo. Aunque aún no se le notaba ni se lo había dicho a Sacra. —Hijo, cúchame bien.—la vieja Carmina levantaba la mirada y todos los adultos callaban. Era tan temida como respetada—Lo primero, niño, cómete ese puré que buen trabajo le ha costado a tu mae—el niño al que regañaba cogió la cuchara se puso a comer—Ahora. Las llamas crepitaban y la noche se iba posando poco a po

A cuatro manos

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Tecleas y tus manos dibujan y recorren mundos. Es como verte respirar mientras duermes. Tecleo y vuelve de nuevo esa corriente eléctrica que me trae de vuelta a lo que siempre quise haber sido.  Tenemos dos teclados que suenan en la noche, como aquella primera vez donde parecía que hacíamos el amor a cuatro manos. El silencio vuelve a instalarse en el salón mientras las tazas de té se vacían en su infinita danza. Es mejor que cualquier sueño en esta u otras vidas. Dos manos que conocen mis instintos, mis miedos y agarran fuerte cuando el suelo tiembla. A cuatro manos, hemos esrito nuestra vida, la historia de nuestros ancestros, que también está escrita en las estrellas. Los días que vienen, con los que están y los que no están. Respirando al mismo compás, devorándo los caractéres que ahora cuentan los renglones, las líenas y cruzan tramas. Te miro de lejos y me siento más cerca de ti que nunca. Un suspiro más y habrás puesto una coma. O quién sabe si el punto con el que acabas de atro

Sábanas arrugadas

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—Siéntate. Tenemos que hablar. —¿No pretenderás que arreglemos el desastre de estos años en una sola noche? —Dije que tenemos que hablar. No que fuéramos a arreglar nada, Ángel. Las sábanas jugaban con las luces de la habitación y las curvas de la que todavía era mi novia. Que las cosas no iban bien era algo que ya sabíamos. El teléfono, recién colgado, aún tenía el sabor de la llamada que acababa de hacer al trabajo fingiéndome enfermo. No era la primera vez que me tocaba con sus alas y me bajaba al mismo infierno. Y ya no existían trabajos, ni clases, ni responsabilidades. Me senté al borde de la cama. agarrándome como si del precipicio mismo se tratara. París hacía rato que se había despertado y Monique tenía los ojos hinchados, Una noche de sexo de reconciliación no bastaba. La miré de lejos mientras se incorporaba, aún con el sabor de sus besos en mi boca. Se irguió como una reina en su trono y me dedicó la mirada más dura que tenía.  —¿Qué he hecho esta vez?—Monique cogió la almo

La librería de Alicia

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Y sin embargo, el libro no le gustó tanto. Miró de nuevo la portada. acarició las tapas desgastadas. Había esperado tanto para leerlo. Recoraba a la perfección el día en el que le echó el ojo aque libro. Lo tenía en mente desde hacía muchos años. Pero la vida no le había dado la oportunidad de encontrarlo de nuevo. Claro, que lo tuvo en la mente siempre, y hablaba de él a diario. Llegado el punto, el resto de personas que la rodeaban ya sabían que si algún día pasaban por delante una librería tenían que buscarlo para regalárselo. Sin embargo Alicia tenía muchos libros. Estanterías llenas de libros y pasillos. Había leído todos y cada uno de ellos. La mayoría no eran difíciles de adquirir y otros como pájaros exóticos. A menudo se detenía en el centro de la sala más grande, aquella donde no dejaba entrar a las visitas y miraba todos los libros que había amado. A veces no recordaba por qué uno en concreto le había gustado tanto.  "Verás." le decía al relado más cor

Querida piscis

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Un brillo azulado teñía los sillones y los visillos. Los floripondios del sofá, horteras a más no poder, le recordaban a las revistas de decoración de la peluquería donde trabajaba. ¿Y ahora qué? Esconcer la botellita de veneno. Nadie buscaría el arma del crímen en casa de su adorable vecina. La señora María, sorda como una tapia escuchaba la televisión a todo volúmen, aunque las horas no eran adecuadas, nadie en el bloque se atrevía a decirle nada. Julia tenía sus llaves y sabía que estaría apunto de dormirse. Era la hora en la que la buena señura se ponía a su pitonisa preferida y se dormía con la cabeza cayándole sobre el hombro y las manos aferándose al mando a distancia como si fuera su único dios. Julia sabía que tenía que actuar con sigilo. No quería que su vecina se despertara. Un ronquido le sobresaltó. Sabía que al dejar allí la botellita que contenía el letal fármaco no se llevaría toda su culpa. Pero era el lugar más seguro en el que pudo pensar con el apremio de lim

Diana

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—Dame la mano y finge que eres mi novio. Diana llegó a mi vida como una estrella fugaz. Así como llego se tuvo que marchar. Dicen que la vida son sincronicidades. Algunos lo llaman casualidad. Todavía no me he planteado si fue lo uno o lo otro. Si alguna vez el destino tiró de las hebras del tapiz de mi existencia, fue cuando Diana se cruzó en mi camino. Volvía a casa después de una intensa noche de trabajo. El trabajo de vigilante de párking me tenía la espalda destrozada pero ¿qué podía hacer hasta que terminara mis estudios? Algunos eran jóvenes y libres. Otros solo jóvenes y pobres. Y si le añadimos un horario nocturno y un trabajo mal pagado con muchas horas libres y pocos amigos, la cosa se complica. Arrastrarba los pies hacia mi coche. O la lata con ruedas de segunda mano que había heredado de mi padre. Pasé por el párking de la facultad. Miré el edificio de la Facultad de derecho y le dije "bueno, mañana nos vemos muñeca" y fue entonces cuando Diana, como d

El princpio de Virginia

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La máquina de escribir abrazaba el papel. Y este se curvaba su metal. En una hermosa simbiosis. El humo del cigarrillo de Virginia rozó la máquina y se deshizo al elevarse en busca del techo de la habitación. Ella prefería rasgar su papel en blanco con la pluma y arrancar así el principio de sus novelas. A Mss Dalloway le fue muy bien. Y a Jacob. Todos ellos, sombras y voces que se adentraban en su mente y se convertían en letras y tinta. Virginia los había visto a todos aparecer en forma de destello y perderse. ¿Cómo debía empezar la primera novela que crearía en una máquina de escribir? Una novela debe empezar por el princpio. Una chispa, una hebra de la mente y del pensamiento. Las olas arrastradas por el viento y roompiendo en las rocas. Eso sera un buen cominzo de libro. Y ese destello, corriente eléctrica del alma. palpitó desde su pecho y recorrió sus dedos. El papel perdió la virginidad. Una letra y otra. Y la máquina bailaba frenética con el papel. Virginia no debía ser m