Un viaje.




Os adelanto un proyecto ^^. Los que hayaís leído mi antiguo blog puede que os acordéis de Galena. Y los que estáis con mi nuevo proyecto sabreís quién es Sheila. y sino... espero que os guste de todas formas.


Reencuentro


Las maletas pesaban. Cuesta desprenderse de cualquier cosa. Sobre todo de los libros, ya que a Galena le encantaba leer y no podía imaginarse dejando ninguno atrás. Pensaba que los leería todos durante aquel trayecto que duraría horas. No se despidió de nadie, ya que nadie vino a despedirla, pero se sentía feliz, porque el viaje en sí ya era perfecto. No sabía qué iba a encontrar después de tantas horas mirando el paisaje y las vías. No le importaba, solo quería mirar el sol que moría en el horizonte y teñía el vagón con su anaranjada sonrisa. Entre página y página observaría el reflejo del astro rey brillando sobre las vías. Quizás dormitaría mecida por el traquetreo de su vagón de tercera. No importaba quien más viajase en aquel tren, sin duda, Galena era la que más disfrutaría del viaje. Se sentó al lado de la ventana y depositó sus maletas encima de su cabeza, en el estante de metal. Se quitó la chaqueta y la puso en su regazo, justo debajo de la novela que pretendía leer. Una voz anunció la inminente salida del tren y las puertas se cerraron.

-¿Llevas hora?-Pregunta una voz femenina mientras se acomodaba en el asiento de al lado.
-Sí, son las seis y veinte.-Respondió Galena.
-Gracias ¿sabes cuándo llegaremos a nuestro destino?-Preguntó aquella joven con los ojos verdes posados sobre Galena.
-En unas cuatro horas y media, creo.-

La pregunta no había sido la habitual, pero Galena comprendió su sentido. Se paró a observar a la chica, que no contaría con más de veinticinco años. Su melena era castaña avallana y ondulante, llegando hasta su media espalda. Sus rasgos eran suaves y su cara ovalada, aunque tenía unos labios finos, sus ojos eran de un extraordinario verde musgo. Sus arqueadas cejas , delineaban una mirada distante, parecía estar en otro lugar. Galena, que ya había cerrado el libro, trató de presentarse.

-Tenemos un largo camino por delante. Me llamo Galena.-Dijo con calma.
-Yo me llamo Sheila.-Sonrió la chica. Galena pensó que era seria. Y tímida, sus gestos eran lentos pero seguros, medidos. Sin duda, no le gustaba arriesgar.

Ambas miraron por la ventana cuando salió el tren de la estación, evadiéndose durante unos instantes. Sheila pensó que Galena era cálida, todo en ella le resultaba agradable, desde sus ojos negros y expresivos, grandes como dos ventanas sobre la tez blanca de su rostro, su ámplia sonrisa, su cabello negro como el carbón y liso como la superfície de un lago en calma, hasta su nariz respingona. Era menuda y graciosa, pero sin duda tendría su edad. Había dejado una maleta enorme sobre el estante de arriba. Sheila, en cambio, no llevaba más que una pequeña mochila marrón llena hasta los topes, que había dejado a sus pies. Sheila no solía intimar con desconocidos, aquello le había dado malos resultados en el pasado, así que no deseaba iniciar una conversación. Sin embargo, Galena parecía una persona agradeble.

-¿Es la primera vez que viajas al norte?-Preguntó al fin Galena.
-No, mi abuela es de Pontevedra y ya he estado por el norte otras veces.-Contestó Sheila.
-Entonces vas a visitar a tu abuela.-Afirmó Galena.
-No... digamos que voy por mi cuenta.-Galena sintió que una historia fascinante se escondía detrás de aquello.
-Yo también, digamos que voy a buscar algo allí.-Respondió Galena. Y Sheila sintió que una historia fascinante se escondía detrás de aquello.

Guardaron unos instantes de silencio. Durante el mes de octubre, la noche se abalanzaba más deprisa, y el sol se apresuraba a esconderse. Pronto verían el rostro de la luna y abandonarían la contaminación lumínica de la ciudad. Durante unos segundos, Galena observó a Sheila, aquellos extraordinarios ojos le recordaban a alguien. Los miró con cuidado, mientras ésta le devolvía la mirada. Galena se perdió en un bosque deurante un fragmento de segundo. A la vuelta, allí estaban los ojos causantes de su viaje. Galena sonrió.

-¿Nunca te han dicho que tus ojos recuerdan a un bosque?-Quiso saber Galena sin importar lo extraño de su pregunta.

-Sí, alguna vez me lo han dicho.-Sheila se perdió unos instantes en un recuerdo. Un joven se sentaba a su lado, esperando al metro. Habló con ella unos instantes y, con voz dulce le hizo una pregunta similar. Aquel era uno de los mejores recuerdos que guardaba de Samuel.

Sheila volvió al momento presente y preguntó:

-¿Quieres una chocolatina?-
-Gracias.-Respondió Galena. Y Sheila sacó de su mochila dos barritas de chocolate blanco.-Vaya, son mis favoritas.-
-Las mías también.-Dijo Sheila sonriendo.-Me encanta el chocolate blanco.-
-¿A qué te dedicas?-Quiso saber Galena.
-Estudié Bellas Artes, aunque ahora llevo el herbolario de mi abuela.-
-¿A si que eres una artista?-Galena se dio cuenta en seguida de sus ropas alegres y desgastadas, una blusa con bordados étnicos violeta y unos vaqueros rotos.
-Sí, pero no ejerzo. Aunque soy muy feliz con el herbolario.¿Y tú?-
-Soy psicóloga. Trabajo en mi propia clinica.-Comentó Galena.

De pronto el tren se adentró bajo tierra y al maquinista o a quien fuera se le olvidó encender las luces. Una señora que estaba unos asientos más atrás se quejó y otros viajeros la imitaron. Galena miró a Sheila en la oscuridad y ésta le devolvió la mirada. Rieron ante los gritos histéricos de aquella señora y agurdaron, pues, la oscuridad, a fin de cuentas, era necesaria para apreciar la luz. Y esto era algo que ambas sabían.

Imagen de Solarina.

Comentarios

Publicar un comentario

Siéntate y háblame. Si quieres puedo prepararte un café o un té. Nos podemos perder en sus líneas.

Entradas populares de este blog

Perlas, hojas de té, páginas en blanco...

Feliz partida y feliz reencuentro

Los Folios en Negro