Un viaje.





Bueno, beduinos del desierto, sigo a la carga. Siento que éste paraje, que es mi blog es un poco eso: un desierto. Sin embargo me siento feliz entre mis seguidores y amigos, que se encuentran conmigo en cada oasis de éste, mi desierto(vaya, parezco Juan Cuesta, jajajaja). El reloj a mis espaldas sigue cantando en clave de tic-tac, marcando el ritmo de mis dedos sobre el teclado. Espero que éste pedacito de relato os guste. Es la continuación de "Reencuentro". Ratpenat... si sigues vivo, te pido que vuelvas a abrir tu blog xD. Bueno, ésto se merece una larga charla en la cafetería de tu facultad o la mía.

Contrastes

Su té favorito era uno llamado "Sakura". Galena lo compró por primera vez y se lo regaló a Rose. A ambas les fascinó su aroma a flor de cerezo, sobre todo a Rose. Galena siempre calentaba el agua antes de que rompiera a hervir, cuando las pequeñas burbujitas aún no se habían formado en el fondo del cazo. Rose pronto comenzó a adorar esos pequeños placeres por encima de cualquier contradicción en la misma convivencia: el sabor de la té que Galena preparaba, el roce de su mano en público, pasado desapercibido a los ojos ajenos, el vuelo de la falda más larga de Galena cuando ésta bajaba las escaleras... Galena se había sentido abrumada, pensó, tantas veces ante la mirada de Rose. Hasta en ese momento, sobre las vías del tren, sentía su presencia. Pero abrió la cartera y contempló una fotografía, de una familia con semblante más o menos feliz: una niña pelirroja de no más de un año, su padre a su lado, un hombre ciertamente atractivo y joven, pensó Galena, y Rose, con el cabello del mismo color que la criatura en sus brazos, sonriendo radiante. Ésta escena era la que debía sacarla de su ensimismamiento, dejando a un lado aquellos recuerdos lejanos que atesoraba como retazos de felicidad. Y los guardó en una caja junto con los demás.

Sheila descansaba la vista de su libro mirando por la ventaba, a través de la cascada de cabello de Galena. Se preguntó por qué el personaje de su novela querría ponerle el nombre de una amante del pasado a su hija. Decidió entablar conversación con Galena, parecía alguien interesante, y seguro que compartirían un buen rato.

-Hace rato que no lees.-Observó Sheila. En efecto, "Las mujeres que no amaban al bidón de gasolina del palacio de las nieves", una novela muy de moda, estaba cerrada bajo su regazo.-Parece interesante éste libro, todo el mundo lo lee.-

-Siempre he detestado los best-sellers. Tampoco prefiero leer a Kafka, ya me entiendes, pero ésto no está mal.-Galena observó que Sheila cerraba su "Horizonte" sin ningún tipo de marca páginas.-Oye, ¡se te ha olvidado doblar la página! Luego no sabrás por dónde vas.-

-Bueno, es que yo nunca uso marcadores. Intento recordar por qué página voy. Me ayuda a ejercitar la memoria.-

-Es una buena idea, pero con lo despistada que soy...- Señaló Galena.

Hacía más de una hora que las luces del tren se habían encendido de nuevo, después de un corto trayecto de diez minutos a oscuras. Sheila, la más joven de las dos, dejó unos segundos de silencio entre ambas, mientras se recogía la mata de pelo rizado con una goma, pensativa, como siempre que se recogía el pelo.

-¿Alguna vez te has planteado qué es lo que perseguimos?-Y así, con tanta facilidad como un semáforo cambia de color, Sheila pasó de la trivialidad a lo trascendental.-Quiero decir, mi viaje supone una búsqueda. En realidad todos lo hacemos cuando vamos de viaje, ya sea un museo, una catedral, la visita a algún familiar... pero aunque tenga muy claro lo que busco, sé que nunca es lo que realmente necesito, siempre se desvanece todo.-

-Bueno, en realidad creo que pocos lo saben, solo nos dejamos llevar por la corriente. ¿En qué estás pensando?-Preguntó Galena con una sonrisa en sus labios.

-No dejo de pensar en lo que dejé atrás. Por una vez en mi vida he estado cien por cien segura de algo... y se ha desvanecido delante de mí. Me hace pensar que soy una marioneta de algún dios macabro, que se ríe de mí contemplando como me tropiezo.- Sentenció Sheila al fin.

-Bueno, estás hablando de una relación sentimental, supongo. No diré que es típico, pero parece que todo se reduzca a lo mismo: al amor. Y al hecho de que somos humanos. Puedo entenderte, creo que he estado en alguna situación parecida.-

-Galena... bueno, no soy de las que cuentan su vida al primero que pasa,así que gracias por escuchar mis pensamientos.-Y con la misma velocidad en la que un semáforo vuelve a cambiar de color, y los peatones se descongelan y vuelven a moverse, Sheila pasó a la trivialidad.-Cuéntame de qué va éste libro.-

Y Galena comenzó a resumir brevemente, sin desvelar ningún misterio (por si Sheila quería leerlo algún día), "las mujeres que no amaban al bidón de gasolina del palacio de las nieves". Le gustó que Sheila le preguntara por un libro, se sintió cuentacuentos por un momento. Como si la niña pelirroja fuera suya, y Rose siguiera a su lado.

Aún quedaban unas horas de trayecto, y el tren traqueteaba, mientras un niño de no más de cuatro años lloraba en el vagón, una anciana sacaba su pañuelo de tela y se borraba el sudor de la frente, un caballero trajeado revisaba los billetes... y dos fragmentos que habían pertenecido a la misma alma se contaban trivialidades, cuentos y compartían reflexiones.


Fotografía de Ben: ¡Muchas gracias!

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