A través del espejo





Hoy me hundía en la miseria de la blanca silueta errante de Lorely. Le robe el nombre a una musa y ésta me abatió en la tristeza de tal manera que dejó entrar toda el agua de la Madre Tierra por mi ventana. Y ésta me traía reflejos de soledad, formas cambiantes que brotaban del fondo de mi ser más oscuro. Confusión.

La señora de la noche también me puso frente a mis sombras, frente a mis rincones de desesperanza, de victimismo, de sentimientos derrotistas. Y miré el espejo que brillaba ante el fulgor de mis ojos en la noche, serena, tibia. Me dijo que la oscuridad no es sin la luz, que aunque no vea más allá de la tumba de desolación que me rodea, podré recibir fugazmente mi brillo reflejado en otros, fuera de mí.

Estuve muchas noches fuera del tiempo, encerrada en mi cárcel de piedra, voluntariamente construida por mí misma. Mis manos sangraban al cerrar las puertas, pero ahí dentro todo es vacío, frialdad, protección y aislamiento. Desde ahí a veces se me olvidaba lo que era amar, la risa. Contemplaba a los pobres mortales desde fuera, sollozaba porque sabía que era uno de ellos, transformada en aquello que no es. Y en ese mismo estado de anulación, comprendí que eso también es el ser. Que ahí también está contenido el amor, la rabia, la cólera, todas las sensaciones encontradas, suspendidas en algún momento, de nuevo, fuera del tiempo, en mi lugar que no es. Pero donde todo puede ser.

Finalmente, Ella se me apareció. Unas manos cálidas atravesaron las sólidas paredes de roca. Nadie antes había llegado ahí. Me traía miel, la dulzura de la vida, el rocío de la primavera. Pero también me advirtió que las piedras del camino son punzantes, y pueden llegar a herirnos, a hacer sangrar nuestros pies descalzos. Pero no me importaba, aquello era tan grande que no entendía la palabra sufrimiento. Palabras, ¿quiénes sois? vagabundas en mi vida. Agua de la que me alimento cada mañana. Palabras, ¿dónde me lleváis? a un lugar más grande que las mismas palabras, al lugar de donde nacemos todas nosotras. Palabras, palabras: fluyendo de sus labios, nacidas en su pecho desnudo.

Le di la mano en un acto de fe, en medio de mi absoluta ceguera, rogando que el tacto de su piel fuera real. Si ha nacido, será porque es humana, en alguna parte de su ser. Pero con ella traía a la Diosa. Así que me pregunté si había venido al mundo igual que yo. Y entonces comprendí lo sagrado y lo profano y me fui con ella caminar por en medio de las brumas y las sombras. Si aprendíamos a brillar, todo lo demás no importaba.

Comentarios

  1. Tus palabras desprenden magia, haces que el texto te envuelva. Haces que los sentimientos salten y se cuelen en el corazón.
    :)

    P.D La piedra luna que me regalaste, cada vez esta más brillante y azul. Magia también?

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