Cuentos de dos existencias idénticas




Esta es la historia de cómo nació uno de mis relatos, publicado en mi blog y presentado a concurso literario. De cómo fue violado y plagiado por dos personas distintas. Así que este relato está dedicado a todos los que alguna vez se han sentido ultrajados con sus creaciones. A todos aquellos a los que les ha robado el ARTE de alguna manera. Y por supuesto, esta idea no es mía.


Palabras y más palabras


No era una mañana especialmente cálida. Tampoco amaneció con excesivo frío. Era uno de estos días en los que no esperas que suceda nada especial, no esperas frío ni calor, ni un acontecimiento memorable, puede que tampoco una llamada importante. Nada.

Pero Ana se levantó especialmente ilusionada. Sería complicado explicar por qué. Ni siquiera podemos decir que se trababa de ilusión, quizás tuviera más que ver con un tipo de ansiedad de estas que no vienen explicadas en los manuales de medicina. O puede que fuera locura en verso. Sí, en verso o en prosa, tanto daba. O prosa lírica, o en verso con rima libre. Libre, volando muy alto, esa sería la mejor forma de describir cómo se levantó Ana. Porque ella vivía por y para las palabras. No a través de ellas, pues vivir a través de algo es como ser una cobarde que solo se atreve a mirar el mundo desde un grueso cristal, sin decidirse a salir a él. Se trababa de atreverse a vivir. Cada instante era único y especial, y después escribir cada segundo y desatar su alma con cada tilde. ¿Qué más daba si elevaba o no elevaba el alma? Total, ella sabía muy bien que su alma ya estaba bastante elevada solo por el hecho de vivir por las palabras.

Y sí, su programa de Word era pirata, pero ella se vestía con la misma ilusión con la que una novia se prepara el día de su boda para subir al altar para encontrarse con aquel maldito pirata. Pero no una novia cualquiera, sino una realmente enamorada, aquella que de verdad había conocido el verbo amar. Sí, de verbos andaba la historia. Aquellas historias, que no histerias, sino un milagro hecho cuento. Lo que cantaban las canciones, el verdadero amor, este que en el fondo no necesita más que una mirada del ser amado. El que no entiende de barreras, ni de tiempo ni espacio, el que materializa en sexo, pero también en complicidad y entendimiento. Y transmuta porque es tan grande que es capaz de ser cualquier cosa imaginable. Ese amor que solo unos poco privilegiados conocen.

Y bueno, Ana ya estaba cansada de imaginar, ahora lo que necesitaba era reencontrarse con su viejo amigo el pirata y darle todo aquello. Simplemente por el hecho de hacerlo, de leer en voz alta y sentir ese escalofrío que solo una vocal, seguida de una consonante, y luego otra vocal, y puede que después otra consonante, en su infinita magia de código inventado, pero misterioso y difícil de comprender, puede crearte. Daba igual si había una coma fuera de lugar. Total, el coma es un estado de suspensión, quizás la misma suspensión que le producía esperar a ponerse delante de aquel bucanero de los mares.

Se miró al espejo, ilusionada por el momento que sabía que se acercaba. Ensayaba en su mente, con la voz de los sueños, una voz imaginada, qué palabras le iba a entregar a su compañero. Y daba igual, siempre eran otras palabras y los ensayos se quedaban en meros intentos que no salían a la luz. Pero era tan hermoso verse reflejada llena del intento de la luz. Se maquillaba, como una verdadera novia enamorada que hacía esperar a su pareja frente al altar. Miraba sus labios, mientras el carmín los acariciaba y se imaginaba a cualquier persona creada por la voz de sus sueños besando el contorno de su boca. Eso era lo que más deseaba en el mundo, besar las palabras. Y como estas son mágicas, pensar que podía estremecer con ellas a cualquier lector del mundo entero que sintiera el pequeño guiño de sus besos, escondido en las mismas palabras. No por el hecho de complacer, sino porque algo tan grande no puede quedarse dentro de una sola persona y la verdad es que los piratas no son los mejores amantes del mundo, así que repartir palabras, hiladas en seda y bordadas sobre el lienzo del papel en blanco, era una buena idea. Solo por el hecho de hacerlo.

Así se levantó Ana, en aquella mañana en la que no hacía ni frío ni calor, ni se esperaban grandes visitas en casa. Los grandes acontecimientos eran para otros días… Envuelta en la misma tormenta que la despertaba cada mañana, con ganas de explotar y ver nacer esa luz que solo se gesta en medio de la oscuridad de la noche. Y todo lo demás es historia.

Comentarios

  1. Muy buena, todos los que nos enfrentamos al papel en blanco entendemos las mariposas en el estomago al enfrentarnos al pirata :)

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