Me cansé de respirar

Se me murieron las ganas en el papel un día más. Me quede sin manos, dejé de respirar. Pasé días ansiando sentirlas moviéndose sobre el teclado, o sobre una libreta en blanco. Y se perdieron entre las manos del resto de gente, aún gritando de rabia, están agonizando por salir y no pueden. Se me enfrió el café sin que las razones fueran por las que vivo. Busco una y otra vez excusas y culpables para dejar de pensar que soy yo quien sabotea mis propias ganas de escribir y de sentirme viva. Si en el fondo sé que no hay más responsable que yo, la arrastrada que se pone delante de las letras y se acerca ellas como si de un templo se tratase. Ya no hago magia ni el amor, ni nada con ellas. Las miro tirada en un rincón, esperando que algún día vuelvan a mecerme, que mis lágrimas no me ahoguen de nuevo, como la desgraciada que me siento mirando los libros polvorientos de los que me enamoré. Me fundo con las sombras de lo que soy y no reino en mi propia oscuridad. Sé, sé que hay una luz, es diminuta y está muy lejana: unas palabras brillan como una pequeña estrella que no dejaré que se apague. Pero el dolor y la angustia no me deja respirar de su luz.

Quiero salir de esto y volver a ser la que fui, dejar de odiarme por no ser digna del papel. Quisiera volver a conseguir que alguien se estremeciese igual que yo lo hago cuando leo. Que Virginia dijo, "una mujer necesita una habitación propia para escribir", pero no dijo nada acerca de qué hacer cuando una misma se corta las alas. De cuando Perséfone se adentra a los infiernos y deja de ver la luz. Allí cuando alguien me dijo, precisamente hablando de Deméter, "tus palabras valen mucho, no dejes que nadie te corte las alas". Sí, y con aquella cantinela y esta admiración hacia una niña, con el nombre de una Diosa en mis labios, me fui directa a contarle a mi madre los elogios de mi profesora. "Aquí nadie te corta las alas, deja de quejarte" respondió la mujer que me parió. Ella, que tiene un ejemplar de mi publicación en el rincón más perdido de la casa. La que me hace daño cada vez que me echa en cara haberme dado a luz, ella que me arrancaba el bolígrafo y se reía cada vez que le leía mis cuentos. Y no se trata de la falta de adoración, sino de la maldita indiferencia que se convierte en desdén  y acaba en desprecio ¿Me estoy dejando vencer por los miedos de nuevo? ¿De verdad voy a permitir que una mujer decidida y dueña de su vida, como sé que puedo llegar a ser, se quede tirada en un rincón? Si algo sé es que en estos momentos de tocar fondo, más profundo no puedo caer, ahora solo queda subir a la superfície, aunque quedarse en el suelo sea lo más tentador del mundo a estas alturas de esta perra vida.

Y sí, con mi huelga y todo mi dolor, por no ponerme delante del papel en blanco, con la cantidad de folios níveos en mi carpeta, puede que me deje morir unos días, pero no voy a renunciar a lo que me da la vida. Le pese a quien le pese. Sean mis palabras las más negras, o la indiferencia entre puntos, comas y retazos. Son mías y no voy a darle a nadie el privilegio de dormirme entre letras. Porque siempre habrá un amor, unos Dioses y algo elevado por lo que escribir. Siempre seré dueña de mis manos, al igual que de mis ganas de respirar, que, por cierto, también es un acto involuntario. Así que aún sin querer hacerlo, a no ser que me maten directamente, no dejaré que me quiten aquello por lo que sé que he nacido. Y siempre, siempre, encontraré un camino entre páginas para llegar al corazón de aquellos a los que amo. Sean mis propios sabotajes u otras causas, si mi madre, que me dio la vida, no ha podido acabar con mis ganas de escribir, nadie más lo hará. Así hoy, desde lo más oscuro y profundo de mi pozo, con los ojos nublados por las lágrimas, os saludo entre letras como otros días de mi vida. Y tengo la certeza que es desde aquí de donde saldrán grandes cosas.

Comentarios

  1. Todos no hemo sentido así alguna vez.Es una epoca de cambio, y como en toda epoca de cambios hay q saber aprovechar esta circunstancia. Un beso guapa y pa´lante

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  2. Mi niña, derrumbarse no es solo caer, es reinventarse, reconstruír y ordenar todo lo que ha quedado esparcido para crear algo nuevo. A veces es como cuando se desmonta una cosa, que ocurre el misterio de que aun sobrando piezas, todo vuelve a funcionar, así que las guardas en un cajón por si te hacen falta, pero generalmente se quedan ahí eternamente.
    Mis alas han crecido a pesar de los golpes de la vida... las tuyas no se han de romper tampoco.
    Que mi Señora Brighid ilumine tu inspiración con su fuego sagrado, elevando de nuevo tus letras más alto de lo que jamás lo hayan hecho, pero sin límite de altura, para poder superarte y crecer en ellas cada día más. Ya sabes que es la Diosa de los poetas, bardos y la creatividad y deseo con todo mi corazón que así como a mí me devolvió mi "aire", haga lo mismo contigo.
    Bicos!!!

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