See you at Victoria



Y me engulle de nuevo la ciudad. Vuelve a retenerme como siempre lo hace, la gente me confunde entre sus habitantes, me preguntan las direcciones... la tarjeta de transporte deja de funcionarme a escasas horas de salir de Londres. Miro al cielo y es gris. Siempre gris. A veces sol, y casi siempre lluvia. Como siempre, las maletas de vuelta pesan más de lo habitual. Me armo de valor de nuevo: no tengo ni una sola libra en los bolsillos, ni cobertura en el movil, ni forma de llegar a la estación de Victoria que me llevaba de vuelta a casa.. ¿casa? bueno, sí, ese país en el que vivo habitualmente. 

Y camino sola por esta ciudad que me ha dado la vida y me la ha quitado tantas veces, con el mismo presentimiento de hace unos años, de aquella noche de primavera en la que llegué a las mil (cuando todo allí está cerrado) y me vi en la calle sin lugar donde ir. "Otra vez, Londres me quiere comer" pensé con nostalgia. Pero si lo conseguí entonces, no voy a dejar que hoy, que tengo las mejores razones de mi vida para volver a España, la ciudad pueda conmigo. Me invade esa misma energía de lucha y me pongo a mover los hilos para coger ese tren. Parece que la Diosa me ha escuchado.

Y sin poder evitarlo veo las caras, una a una de todos aquellos que me han acompañado en mi viaje por la ciudad del Támesis. Reuerdo donde tomé una copa de vino a la orilla del río, con sabor a chile entre conversaiones. Al lado de casa, en "el perro tuerto" brinde por mi estancia más o menos permanente con mis compañeros de piso, con mi pelo a lo años veinte y peliroja como una cabina. Sonó un U2 de fondo aquella noche, y de nuevo en Covent Garden con gente a la que amo y adoro de la mano. No puedo dejar de montar los puzzles con las historias de cada viajero de paso que me he cruzado. Y de aquellos que se mantienen en mi vida. Pienso en la estupidez de turno, esta que me asalta a cada esquina siempre en Londres: quizás nadie me eche tanto de menos, todo el mundo tiene otras personas cerca.

Seco mis lágrimas bajo el cielo encapotado de recuerdos y me lanzo a hacer lo imposible. No quiero caminar por más tiempo sola. No de esta manera. Y hay gente esperándome en Victoria. Quiero caminar y tener a alguien al lado con quien compartir mi senda. Quiero la mano que me tienden. Y cruzo la línea del metro pensando en los brazos que son mi casa. Y cruzo de nuevo la línea de metro para coger la mano que me espera. Gracias.

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