I miss u

Abro los ojos y te veo preparada, engalanada con tus mejores alfombras, con tapices y joyas colgadas de tus manos. Gris, fria y todas esas cosas que los mediterráneos te echan en cara. Abro los ojos y sigues ahí, en uno de los días más grandes de tu historia.

Y recuerdo mis pies al pisar la tierra, mis ojos buscar el verde tras adaptarse a la cortina de niebla. Encuentro el tímido sol que se esconde tras un corto saludo de no más de un par de minutos. Camino, camino y mis pies hallan el sentido a las diferentes palabras que existen en tu lengua para decirlo. Donde no me siento extraña, donde soy simplmente más yo de lo que nunca he sido. Respiro fuerte, mientras mis lágrimas quieren escaparse al pensar que saldré de casa y no pisaré tus calles. Contengo mi aliento, buscando la humedad de la lluvia, alta, sobre el puente que da directamente a los canales, sintíendome campleta por lo que soy, sin más. Hoy sé que abriré la ventana para no encontrarme contigo, para no estar contenta con nada de lo que tengo ni con nada de lo que me he convertido. Hoy sé, una vez más, que me encerraré bajo el edredón, escuchando si por asomo a la lluvia le apetece regalarme su presencia.

Gota a gota. Un golpecito más sobre el cristal. Las hojas de té se abren poco a poco, flotando sobre una cama de agua caliente. Golpea de nuevo el cristal. El teclado suena con fuerza, al compás. Bajo y más profundo, bajo mi cálida cárcel de mantas. A parte, las hojas marcan sus propios ritmos, no prestan atención a las voces sofocadas de cada gota sobre la ventana, bailan y se balancean, despacio, como una caricia de plumas sobre el agua. Me acuno entre unos brazos, me mecen despacio, al son de un lejano bals de algún río europeo. De entre las mantas, renazco, cerrando los ojos y mirando de nuevo tus canales, el eterno reloj que rompe en el cielo la monotonía gris, para recordarnos que, la puntualidad, es una de las cualidades más indispensables en este mundo de matices de gris. Te miro, mientras las hojas deciden bailar a su propia cámara lenta, tintando el agua de ese color del cielo en una noche de tus inviernos, ocre, como las nubes chocando contra el Támesis y las luces de todos los monumentos queriendo unirse a todas ellas.

La de veces que miré tus nubes, embelesada por aquellas partes oscuras, las de tormenta, aquellos pequeños descansos y remansos de sol entre sus recovecos. Las amo, cada una de sus partes. Por todo lo que son en ti, por las calles mojadas de lágrimas de todos aquellos que han levantado lo que eres hoy en día: una ciudad grande, múltpile, la cara del continente que siempre ha ido por delante en la época moderna (solo en esa época...), el lugar donde ser libre. Por eso hoy te cuento la historia de una mujer enamorada de una ciudad y de sus calles, para recordar y no echar por tierra todos los buenos momentos que vivi, en estos días de realeza, enlaces y compromisos de élite. Para decirte, una vez más, que entre las personas average también hay amor, aunque a veces sea más diplomático no expresarlo hasta la hora del té.

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