Y sobre mi espalda


Reposan sobre mi mil historias, que se encadenan a las patas de mis sólida madera. Sostengo cartas y notas, apuntes de unas vidas que se estremecen de frío sobre mis pies. Se sientan, despacio y en silencio, dos amantes adetrándose en la madrugada, se sienten llantos y suspiros, cuando se asientan sus emociones cautivas, presas de un amor adolescente, mientras los padres de ella, delirando por la angustian, esperan insomnes en el salón de alguna casa. Tenue luz de flexo, para no despertar al resto, que se mece entre el las ventanas durmientes. Como los padres del chico, que saben perfectamente, cómo se las gasta, pues por ahí andará, seduciendo a alguna que otra, así que duermen tranquilos. Entre suspiros se dan notas de amor, con una rosa entre los dedos, de esas que no tienen aún muchas espinas propias, solo un amor que se crece con los impedimientos.

Otras colegialas, con sus chasquidos y flequillos a la moda, miran pasar a todos, comentan con gesto indecente lo bien que quedan las mochilas un poco más altas, cubriendo la espalda y no más abajo. Justo ahí. De sus labios nacen globos rosas, brillan con la luz de las cinco y diez de la tarde, hora de salida. Dejan a mis pies, por no arrodillarse ante el mobiliario urbano, un mar de cáscaras y un sinfin de paquetes de muchos tipos. Suenan melodías algo más acompasadas y altas en decibelios que los suspiros carmesíes de la madrugada anterior. Gritan cuando sus teléfonos suenan, "Mama! que ya subo! bueno tía, nos vemos mañana...hay que joderse, tronca"

Las palomas comen y se posan frente a mis nuevos compañeros, que apoyan sus cansadas espaldas sobre mi respaldo forjado en una campaña electoral que trataba de convencer a los votantes de la zona. Les echan pan, miran el descampado de enfrente, se deleitan en el fluir del tiempo que luce anaranjado sobre la caravista de ladrillo que acaban de poner no hará mucho. Disfrutan de las cosas que les quedan, de sus puzzles particulares, de vecinos, de nietos y los familiares que quedan, en la familia que crece a medida que ellos se van marchando.

Mientras las farolas tiñen de noche las aceras, las luces de las ventanas revolotean intermitentes sobre un cielo asentado sobre asfalto. Titilan los coches, rodeando la rotonda. Pasean y por fin se sientan una pareja joven, que sin ánimo de comerse a besos, se hablan con cierta angustia. Pasan las horas y su tono pasa de la gravedad, al enfado, a la tristeza, no coordinan, se les escapan las palabras de entre las manos. Una carta. Larga. Motivos. Dudas. Reflexiones. Recuerdos cogidos en un manojo de papel, entrelazados por eles y emes y con un te quiero al final. Siempre, siempre, siempre te querré. Mi regazo se cubre de alguna lágrima que se escapa. Te quiero, siempre, siempre... una mano que se aleja, mientras las yemas de los dedos saborean los últimos resquicios de sus huellas, que se van caminando a paso descompasado. Un mechón rizado, negro sobre su cara, entre lágrimas de nuevo. Aunque el aire quiera consolarla, no podrá esta noche, no mientras su mano siga colgando, imprimiendo en su memoria táctil ese último adiós. Otra ráfaga de verano balancea rizos, mientras los coches parecen acelerar el ritmo. Unas líneas de luces de freno se adentran en la madrugada. 

Algo de frío. Sobre sus hombros. Un cigarrillo que se funde con el viento de verano, entre agua que resbala como una cascada por su cara. Soñar, soñar con lo que se fue, ya solo le queda recordar el sonido de una risa que se marcha, como un tintineo de hadas a lo lejos. Despunta el alba y sus piernas inmóviles sostienen su cuerpo, se levanta. Su falda, con el último soplo de viento acaricia la madera forjada en llanto. Y yo, inmóvil, dejo que se abalance otro día nuevo, con el puzzle de existencias en el que me encuentro, con el último coletazo de sus volantes, el sol sale de nuevo.

Comentarios

  1. Como siempre eres increible :) Gracias por seguir regalandonos estas joyitas que salen de tu alma.
    Te quiero.

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