Bailado bajo la tormenta



¿Alguna vez has bailado bajo la tormenta?

Habían quedado a las cinco de la tarde, a punta de cielo despejado. El instituto abría sus puertas y les prestaba el espacio para practicar. Les facilitaba también las gradas, sobre las que los compañeros y amigos se sentaban a mirar los ensayos. El festival de fin de curso lo organizaban los profesores, pero era responsabilidad de los alumnos escoger el contenido, la música y los bailes.

La profesora de inglés les dio el control de la cadena de música y comenzaron a desfilar todos los grupos. El de la clase de primero, la de segundo, la de tercero, la de cuarto. Las canciones de moda abrieron sus ondas sonoras por todo el patio del instituto. Las gradas vibraron y cantaron. Las chicas, de cinco o seis en seis, presentaron su coreografía. Repetían los pasos, cortaban y de nuevo se daban otras oportunidades. Un paso más y ya casi quedaba perfecta y lista para sentencia, para bailarla hasta el día del juicio final o final de curso, más bien.

Las nubes se extendían en un tapiz. Manos de nubes entrelazadas amenazando con su mirada gris de romper la tarde. Las miradas festivas se perdieron. Miraron al cielo expectantes, con la incertidumbre de la primera gota. El último grupo terminaba el ensayo y se apresuraba antes de que las nubes descargaran. En medio de la canción amortiguada por el silencio se escuchó un sonoro "fea". Más instantes de silencio y de nuevo una voz que rasgaba el aire: "foca, eres una fea morsa, vete al mar.". La estupidez fue como la piedra que cae a un lago, que genera ondas y se expande en toda su magnitud. Estupidez repartida por unas gradas llenas de adolescentes. Demasiado vulnerables a esta energía.

Las chicas terminaban su baile. Eran el último grupo y ya se podrían ir a casa. No había más canciones y ya estaba a punto de llover. La primera gota cayó y con ella llovieron más insultos. Las chicas de la última clase comenzaron a pararse, a dejarse llevar por el aluvión y a mirar al blanco de aquellas palabras. No era la primera, ni sería la última en este mundo de la enseñanza institucionalizada. Un dardo más y con él unas gotas más gruesas que bajaban de forma agradable la temperatura.

La lluvia tomó el ensayo y el control. Invadió poco a poco a los asistentes. Fue la lluvia la que quiso finalizar las palabras de odio y los bailes de fin de curso. Los de las gradas pusieron sus móviles bajo la ropa, bajo sus brazos, como si les llevara la vida en ello. La voz de los agresores se ahogó con la lluvia mientras las chicas del último baile disolvían con los últimos pasos el grupo. Un rayo atravesó el cielo y con él ya fue evidente que quedaba suspendido por tormenta aquel encuentro. Poco a poco todos se iban mientras la lluvia consumía la tarde. Resonó un trueno.

Terminó su canción, bailó todos los pasos sin equivocarse, uno por uno. Moviendo los brazos y siendo una la lluvia, con la ceguera del rayo y el chasquido del látigo del cielo. Un paso más y un cambio de canción cuando ya las gradas y sus compañeras de danza estaban ausentes. Era la lluvia, el viento con ella, el árbol que se estremece cuando las hojas se encharcan. Era la voz del trueno y la danza. El cabello giraba y salpicaba de agua, el espacio y la siguiente canción, y la otra. Ella no era fea, no era ninguno de los insultos que le habían lanzado.

Ella era una chica sola bailando en tormenta. Bailaba sola. Aunque yo la miraba. Sentado en un rincón, me quedé en las gradas. Me quedé bajo la lluvia para contar el milagro de verla bailar bajo la tormenta.

Y tú, ¿Alguna vez has bailado bajo la tormenta?

Este es un relato que escribo para ponerle cara y letras a un fenómeno que nos ha tocado muchas veces. Nos tocó cuando éramos niños, la pesadilla volvió con la adolescencia y más tarde con nuestros hijos. Hablo del Bullying. No tengo otra intención de ponerle voz los que no hablan y baile a los que por miedo, bailan solos y solas bajo la tormenta. No están solos.

Foto de I.am_nah en Unsplash

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