La danza del fuego

"Un día más en el que no me matan" pensó Abigail, sentada en la mesa de madera frente al fuego. Su prima le había dejado un plato de comida y sus manos se había rozado. Se acercó el pan y los cubiertos, mientras la trenza de aquella desalmada se perdía contoneándose dentro de la caravana. Abigail intentó no pensar más ello y como buena esposa, con un gesto de mano deshizo el pensamiento de los ojos verde aceituna que se clavaban en su alma. Su marido era un buen hombre. Tenían un niño de menos de tres años y otro que venía en camino. Si la luna le permitía y su vientre seguía creiendo, pronto le daría otro hijo. Aunque aún no se le notaba ni se lo había dicho a Sacra. —Hijo, cúchame bien.—la vieja Carmina levantaba la mirada y todos los adultos callaban. Era tan temida como respetada—Lo primero, niño, cómete ese puré que buen trabajo le ha costado a tu mae—el niño al que regañaba cogió la cuchara se puso a comer—Ahora. Las llamas crepitaban y la noche se iba posando poco a po...